Para aquellos que aman la vida es lógico que tratar de mantenerla es prioridad, y más si se logra con perfecta salud; cuando vemos que alguien sufre una enfermedad que afecta alguno de sus órganos y ello pone en peligro su vida, lo más normal es no desear estar en sus zapatos, pero si ese alguien enfermo es un pariente muy cercano y estimado, y requiere alguno de nuestros órganos o tejidos para vivir, en la mayoría surge el inmediato deseo de colaborar para salvarlo. En ese caso la decisión solo trasciende el ámbito familiar.
Lo más difícil es hacer que nuestra decisión trascienda all ámbito social y nuestro deseo de colaborar se extienda a cualquier ser humano que lo necesite sin que esa persona siquiera sepa de donde procede el órgano o tejido que habrá de restablecerle la salud. Es un poco cumplir aquello de que “mi mano izquierda no sepa que hace mi mano derecha”, o “haz el bien sin mirar a quien”. Es convertir el altruismo en una forma de vida.
Lo más difícil es hacer que nuestra decisión trascienda all ámbito social y nuestro deseo de colaborar se extienda a cualquier ser humano que lo necesite sin que esa persona siquiera sepa de donde procede el órgano o tejido que habrá de restablecerle la salud. Es un poco cumplir aquello de que “mi mano izquierda no sepa que hace mi mano derecha”, o “haz el bien sin mirar a quien”. Es convertir el altruismo en una forma de vida.
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